Juegos Plurinacionales. Carta abierta y denuncia real

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Nadie en sus cabales duda que el presidente Morales es un amador del deporte. Los bolivianos lo sabemos porque durante su gestión se han construido alrededor de 300 escenarios deportivos, entre coliseos y estadios para jugar fútbol. Por lo tanto, Evo sabe mejor que nadie los problemas que enfrenta el deporte nacional: carencia de divisiones inferiores, mala formación de direcciones técnicas; y aunque parezca difícil de entender, falta de apoyo a los atletas que sueñan algún día representar a Bolivia en alguna competencia internacional.

En ese contexto, no del todo favorable, el presidente instruyó en 2009 la creación de los Juegos Estudiantiles

Plurinacionales que como su nombre lo indica, es la reunión del estamento deportivo en edad escolar más representativo del país, que cada año se junta para competir en todas las disciplinas deportivas. Una iniciativa loable y  altruista que lamentablemente acaba chocando con la falta de equipos capaces para hacer realidad el sueño presidencial.

Este año, la cita deportiva tuvo lugar en Tarija del 22 al 31 de octubre. Una semana plagada de entusiasmo desbordante en la que reluce con brillo la máxima “mente sana en cuerpo sano”, legado de la Grecia clásica, que como ninguna otra civilización aplicó con fervor la práctica del deporte, impregnando su cultura, su arte,  su vida diaria, e incluso su religiosidad y su política con la práctica deportiva.

Siguiendo la idea inicial, hace poco el jefe de Estado señaló que los deportistas que acudan a los Juegos Plurinacionales gozarían de ventajas para viajar de un lugar a otro; “pasajes en avión” dijo y comodidades para que participen del torneo. Pero esta instrucción se desvirtúa por falta de un adecuado seguimiento que corresponde a las instancias intermedias del Gobierno nacional que él preside.

Dat0s fue testigo de un drama parecido a las tragedias griegas; las peripecias y dificultades que se  presentaron dos días antes de la inauguración de los Juegos Plurinacionales 2015. Es evidente que no se cumple la instructiva presidencial de facilitar boletos de avión y menos de prestar cooperación a las delegaciones que acuden a la cita.

Presenciamos detenidamente todo lo contrario. El maltrato solapado de los propietarios de las flotas del servicio interdepartamental contratados para llevar a los deportistas a su destino.

Ocurrió el jueves 22 de octubre en horas de la tarde. Cientos de deportistas paceños acudieron en medio de un sonado paro del autotransporte urbano a las instalaciones de la antigua estación de trenes para emprender viaje a la sede de los Juegos Estudiantiles Plurinacionales al sur del país. Allí, fuimos testigos del absoluto desprecio y mala educación de los encargados de las flotas que incumplen clausulas elementales de seguridad y cuidado que se merecen los jóvenes deportistas.

El que sigue, es el relato de una madre que acudió ese día a despedir a su hija menor de edad (16) a Tarija donde este año se disputó el torneo.

 

Donde las personas valen menos que el valor de la carga

Una ajena, voluminosa y misteriosa carga ocupa los baúles de las flotas contratadas para trasladar a las delegaciones de deportistas paceños que deben participar de los Juegos Plurinacionales en Tarija; desorganización, prepotencia y descaro conducen a los muchachos a ganarse un asiento al asalto en los buses tomados por otros pasajeros.

El día D, fue el día en que las distintas selecciones estudiantiles de La Paz viajaban a Tarija para los Juegos Plurinacionales que coincidió con el día en que las autoridades de la Go- bernación decidieron entregar   deportivos para uniformar a la nutrida delegación, haciéndose esperar -como era de imaginar- unas dos a tres horas para el solemne acto. Un par de horas después, los estudiantes tenían cita en la estación para esperar los buses que los llevarían a su destino. Casualmente, también fue el día en que el transporte público decidió bloquear la ciudad, exigiendo la nivelación de pasajes y haciéndole la vida imposible a la población.

Tras variadas y pintorescas anécdotas, los estudiantes fueron llegando a la estación de trenes desde las tres  de la tarde, otros mucho antes, no por iniciativa propia, más bien por desinformación.

Fue cuando una jugadora de voleibol nos indicó con sigilo que los buses estaban debajo del puente de la autopista, como a 300 metros de la estación, que con sumo cuidado y sin que las otras delegaciones se   dieran cuenta, deberíamos aproximarnos para tomar los primeros puestos y lograr que nuestra delegación, tenga la suerte de viajar en la misma flota.

Una novedad y muchas preguntas para  las novatas, pero de lo más habitual para los expertos en esta competencia que empieza mucho antes de llegar a la cancha.

Pasada más o menos una hora, nos enteramos que esta vez sí hay listas con buses asignados así que escabullirnos con tanto esmero no tuvo un gran efecto, solo que aún no llegaban todos los buses, ni estaban todas las listas o algunas listas no tenían buses y otros buses tenían doble numeración.

Al promediar las seis de la tarde, llegó el bus número 12 para basquetbol, voleibol y ajedrez, que para  nuestra sorpresa ya estaba ocupado por las selecciones de fútbol de salón que aferrados con uñas y dientes no estaban dispuestos a ceder un solo espacio…

 

– Adiós mi vida, sube con las demás chicas que yo acomodo tu maleta.

Y como yo, el conjunto de padres con maletas grandes -siendo un bus de chicas, otra cosa no podría esperarse-. Pero para nuestra sorpresa solo se abrió un baúl de los cuatro que por lo general tienen estas flotas.

– Que abran las otras bauleras-. Hasta que finalmente después de un forcejeó se abren y todos quedamos desconcertados.

El bus iba lleno de otra carga: bultos, yutes, cajas y unas extrañas payasas. En fracción de segundos las reacciones y el alboroto:

– Que saquen esa carga-, gritan los padres de familia.

– No se metan, esa carga debe ir-, contestan los encargados de la flota.

– Es una delegación de deportistas, no son carga-, los padres de familia.

– Si quieren paguen la otra mitad del pasaje- un funcionario.

– Que pague el Gobierno-, los padres de familia al desespero.

– Suficiente. Rompemos y búsquense otro contrato-, el funcionario.

Silencio. Los padres retroceden. Bajan el tono y agachan el rostro. Me cago, algunos seguimos, peleamos, no nos callamos y otros más avezados traen a la policía y obligan a bajar parte de la carga. Solo sacan los bultos. Las cajas del tamaño de un refrigerador y las extrañas payasas no se mueven y las vuelven a cubrir con el equipaje de las deportistas. Las maletas ya no caben y aún quedan unas cuantas afuera ¡Qué pelea!

Las siete de la noche y las chicas esperan mientras observan el destino de sus maletas. Finalmente no queda  ninguna afuera. No es suficiente, inquietos, intranquilos, angustiados. Lo que sigue fue traer al contratista; denunciar que la flota lleva sobrepeso, que el chofer es un necio, que bajen del bus la carga que no corresponde. Una señora lleva prisa, saca fotos del chofer y a los policías.

Los responsabiliza por cualquier emergencia. Como si eso algo resolviera, para ellos suena a un zumbido y ahí queda.

En eso, dos de los tres profesores que van con la delegación me llevan a un lado.

– No haga más problema. Va a provocar que el chofer se agarre contra nuestras hijas.

– Entonces, ¿nos callamos y que nos amedrenten?, ¿que nos atropellen?, ¿dejar que las chicas arriesguen sus vidas viajando en estas condiciones?

– No, claro que no. Pero… ya no diga nada.

Seguimos reclamando. Una señora del grupo comenta: – Lo nuestro no es nada, el bus del lado vendió pasajes a otra gente y no piensan bajarse. Y el bus número 2 es interprovincial. Una madre protesta, nadie le hace caso.

Siete y veinte, hemos denunciado, tomado los datos, sacado fotos al chofer, la flota y la carga, doy vueltas a esta arrebatadora flota como animal enjaulado. El motor enciende y no sé qué más hacer. Mi hija está adentro a punto de partir.

– No bajes sola, no tardes si es que bajas, presta atención, la flota tiene que parar para que puedan ir al baño y comprar algo; avisa, llama, escribe, pero sobre todo no te quedes callada, hay dos profesoras bajitas adelante, ellas van a ayudarte.

Mi hija sonríe, mueve la mano en señal de despedida y sus ojos me dicen “todo estará bien”. Me roba una mueca, la flota se aleja y solo me queda esa frase en la mente, esa que viene cuando el hombre ya no sabe a dónde más recurrir, esa parida de la agonía, el no saber lidiar con la impotencia y que es la más grande ironía… ve con Dios. 16 horas después han llegado a Tarija. Viaje agotador. Poco después me llega al celular la historia de otro relato: hospedadas en una escuela algo más de 100 adolescentes con acceso a pocos baños, algunos sin agua y 16 duchas frías.

Vaya desazón por participar de los Juegos Plurinacionales inaugurados con ruido de bombos y platillos por la plana mayor de las autoridades tarijeñas que acompañan al presidente Morales, que cierta vez dijo que los deportistas tenían preferencia.

 

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