Bolivia Lab, un vivero para el nuevo cine latinoamericano

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Foto: Alice Colonel

Un chileno, una argentina, un mexicano y una uruguaya se sientan en una mesa a hablar de cine. No, no es la típica línea que da pie a una broma o a un cliché estereotipado. Esta primera semana de julio, cineastas y productores de esas naciones y de otras siete latinoamericanas se dieron cita en La Paz, Bolivia, en el marco del Bolivia Lab. Cada uno llegó a este Estado andino con un proyecto, una historia, una idea propia de su tierra, con el anhelo de poder verla materializada en la pantalla grande. Así dio inicio la novena versión de este encuentro entre realizadores iberoamericanos, que tiene el fin de potenciar proyectos y colaboraciones para el crecimiento del audiovisual de la región.

Durante cinco días intensos, la sede de Gobierno boliviana se convirtió en un vivero en el cual cineastas y productores -que en su mayoría se encuentran desarrollando su ópera prima- se juntaron para participar en charlas magistrales y mesas de trabajo para recibir retroalimentación para replantear sus proyectos en algunos casos o reforzar debilidades. Los profesionales audiovisuales situaron la realidad latinoamericana y compartieron cómo han desarrollado sus trabajos cada uno en su área.

David Zonana tiene 27 años y es de Ciudad de México. Ha dirigido tres cortos y alza el vuelo con Mano de obra. Bajo el ala protectora y guía de sus productores, Rodolfo Cova y Michel Franco -ganador de un premio en la pasada edición de Cannes por Las hijas de Abril – se encuentra en búsqueda de presupuesto para lo que será su primer largometraje. Cuenta que la experiencia del Bolivia Lab le ha permitido compartir sus ideas con gente de toda Latinoamérica. “Es mejor recibir retroalimentación antes de filmar, porque cuando se filmó, ya está. Es una muy buena etapa para mí para pulir el guion y mi visión de la producción”, precisa Zonana.

Viviana Saavedra, directora del Bolivia Lab, dice que la mayoría de las películas que llegan al laboratorio de proyectos están en desarrollo y buscan constituirse en producciones financiables. Este año participan 17 proyectos: cuatro de Bolivia, tres de Chile, dos de Perú y uno de México, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Venezuela, Costa Rica y Uruguay. “Cada año hay mucha expectativa de gente que quiere venir. Esta edición ha habido por lo menos unos 800 proyectos que se han presentado”, cuenta Saavedra.

La iniciativa boliviana es una de las más antiguas de la región, con casi 10 años a sus espaldas. Existen otras citas como el BrLab, de Brasil, o el Santiago Lab, de Chile, cada una yendo a su séptima y quinta versión, respectivamente. Del laboratorio del país andino han salido películas como Un secreto en la caja, de Javier Izquierdo, que explora la vida del escritor ecuatoriano del boom Marcelo Chiriboga; la peruana El viaje macho -coprotagonizada por Magaly Solier- o más recientemente la boliviana Viejo calavera. Saavedra afirma que al menos el 60% de los proyectos que pasan por el Bolivia Lab actualmente son filmes consolidadas y un 30 % está por serlo. “Muchas de ellas se transforman, llegan siendo largos y se transformar en cortos, otras se vuelven series. El índice de resultados es bastante alto”, agrega la directora del evento.

Joaquín Cambré es argentino y durante los últimos 14 años ha escrito y dirigido casi 200 videoclips, algunos emblemáticos como Crimen, de Gustavo Cerati. Acaba de terminar Un viaje a la luna, su primera película. Hace cuatro meses empezó con un nuevo proyecto. Además de dar una clase magistral en el marco del evento, aprovecha del laboratorio para poder nutrir su nueva producción. El ambiente entre los profesionales del audiovisual es cordial en todo momento, ya sea a la hora de almorzar, cenar, durante una clase magistral o en una mesa de retroalimentación. Las recomendaciones y consejos no faltan de un colega a otro.

Cambré dice que uno de los principales problemas es conseguir fondos. Sobre todo para países que no tienen una industria consolidada y en las que no hay apoyo del Estado -o si existe es mínimo-, como Ecuador, Perú y Bolivia, que en la mayoría de los casos tienen que optar por una coproducción. “En Argentina hay mucho interés y fomento para que todas las películas se vean. Aún así, la distribución y la exhibición es complicada. Con apoyo y todo, la gente y los distribuidores quieren ver películas pochocleras [comerciales], también es un tema de educación y comunicación”, añade el director argentino.

El director de sonido chileno Miguel Hormazábal, colaborador en toda la filmografía de su compatriota Pablo Larraín, coincide con Cambré sobre la dificultad para conseguir financiamiento cuando se trata de una ópera prima. Considera que a excepción del cine brasilero y el argentino de los último años -y algunas excepciones en Chile-, las temáticas del cine latinoamericano “son muy locales”, opinó el sonidista chileno. “La única forma de conseguir pantallas y que las películas reditúen plata [dinero], y no siempre sean financiadas por fondos estatales, o solamente circulen en festivales, es necesario un circuito independiente aliado a un circuito comercial, necesitamos de ambos cines”, afirma Hormazábal, quien también participó del Bolivia Lab.

A pesar de las adversidades que tiene que afrontar la producción de la región, esto no ha mermado el espíritu de los cineastas nóveles que se dieron cita en La Paz, según cuenta la directora boliviana Melissa Balderrama, que prepara Un tal chivo, su primer largometraje sobre un balsero boliviano que se da cuenta que su verdadero sueño es hacer cine y en ese proceso descubre a su ídolo: el mexicano tres veces ganador del Oscar Emmanuel Lubezki, El Chivo. Así como la historia que plantea ella, dice que fue “lindo” ver la riqueza de cada historia que presentaron sus colegas, que se muestran en géneros tan diversos como el drama, el documental, la comedia, la animación e incluso el musical. “Estamos ante una nueva generación que quiere explorar otros universos de nuestra propia identidad latinoamericana. Es importante que en la región se está produciendo cosas a pesar de todo lo que tenemos en contra”, dice Balderrama.

A pesar de estar casi funcionando duarnte 10 años, el certamen no tiene del todo cierto su futuro. Su directora dice que cada edición es más difícil ya que, desde su inicio en 2008, se ha reducido en un 85% el presupuesto que el Ministerio de Culturas y Turismo les otorgaba. Sin embargo, Saavedra mira con optimismo poder cumplir una década de realizar este evento y poder cerrar un ciclo. Espera llevar a cabo en 2018 el primer encuentro de industria, con la presencia de canales de televisión, salas de cine y distribuidores, tanto de Latinoamérica como de Europa, para abrir las ventanas a la producción de la región. Incluso con las peripecias que el evento iberoamericano tendrá que enfrentar para pensar en su próxima edición, esta generación -y quizá la siguiente también- está sentada en la mesa del Bolivia Lab y tiene hambre de cine.