El far west negro de Tarantino

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En la película “Django sin cadenas”, el far west que propone Quentin Tarantino, basado en la época de la esclavitud en los Estados Unidos, se escucha la palabra nigger (negro o cholo para ser más específicos a nuestro medio) por lo menos 118 veces. La crítica ha calificado a la película como un enredo que tiene una duración de 2h45 y se calcula que la expresión es escuchada alrededor de una vez por minuto. En los EEUU, el término “nigger” es considerado un insulto. Tanto así que la prensa al referirse a la palabra utiliza el término “n-word” (“palabra que se inicia con n”). Es natural, por tanto, que Tarantino ha sido criticado por esa provocación. Su irreverencia va más allá de un mero formalismo. Al abordar un capítulo odioso del pasado americano – y de cualquier lugar donde hubo esclavitud -, el director le dio la espalda a los manuales académicos y creó una verdadera fantasía histórica. Es lo que los especialista llaman de “alternate history” (historia alterada), cuando episodios históricos de la humanidad son recreados de acuerdo a la óptica de una ficción muchas veces negando hechos sobre los cuales no existe duda de su veracidad.

Como Tarantino es un director del que no se puede negar su talento la osadía de trastocar la historia rinde enredos intrigantes como en su película anterior “Bastardos Sin Gloria”. Esta misma osadía se advierte en su nueva producción de 100 millones de dólares que se pagó con la recaudación en las dos primeras semanas de exhibición solo en los Estados Unidos. El far west relata la historia de Django (Jamie Foxx), un esclavo que se viste de venganza para liberar a su amada de un malhechor abominable. En la película todo es improbable comenzando por el nombre del héroe sacado de los célebres westerns protagonizados en la década de los 70 por Franco Nero.

Hay sorpresas en la película, desde su inicio cuando Django es salvado de una dupla de vendedores de esclavos por el cazador de recompensas, el alemán King Schultz (Christoph Waltz), que se pasa por dentista itinerante.

King necesita la ayuda de Django para encontrar algunos bandidos cuyas cabezas valen oro. A cambio el esclavo hace una exigencia: que su nuevo señor lo ayude a encontrar a la enamorada, trasladada a unas plantaciones de algodón que son propiedad del cruel Calvin Candie (Leonardo DiCaprio).

Lo que la película muestra en el periplo en dirección al sur esclavista, nunca fue mostrado en películas del género. La crueldad de los terratenientes es descrita en un tono aberrante; pero a medida que la trama avanza, Django va ganando poder y se transforma en una especie de zombi con pistolas. En una de las escenas más polémicas chicotea a los señores amos con la misma violencia que sufría en el pasado. “No hay nada mejor que matar blancos y recibir recompensa por eso”, dice. Resistente a esa apropiación de la historia, el director Spike Lee fue el primero en ponerse en contra de esta versión. Dijo en su cuenta de Twitter que no asistiría a la película. “La esclavitud no fue un far west sino un holocausto”, señaló.

Tarantino, por su parte dijo que sabía lo que estaba haciendo y que no tenía el menor escrúpulo en tratar el asunto de esa forma. “Películas sobre la esclavitud siempre fueron hechas con visos de historia con H mayúscula. Quise romper esa constante, tirar una piedra y hacer trizas esa ventana de vidrio para envolver a las personas”, dijo el autor al diario inglés Guardian.

Libertades históricas son comunes en los trabajos de ficción, pero Tarantino quiso exacerbarlas al punto de acabar sonando absurdas. En otro pasaje de la película Django aparece vestido como un criado de la monarquía francesa, usando calzones azules, zapatos altos, medias blancas y bolados en el cuello. Desde lo alto de su postura racista Candie da un largo vistazo a la supuesta sumisión de los negros, considerada una mentira de trasfondo biológico. Lo más sorprendente es que ese enredo explosivo candidato a generar polémicas no alejó a los astros afro-americanos, como Jamie Foxx y Samuel L. Jackson, que interpreta a un esclavo traidor de su causa, brazo derecho del latifundista Candie. Foxx, inclusive, llevó a sus hijos a conocer uno de los sets de filmación, la hacienda Evergreen, en Nueva Orleans, donde se montó el  escenario de una escena, propiedad que se remonta a los tiempos esclavistas. Recordando la postura del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, que respondía a los críticos que no hacía teatro sino “teato”, Tarantino afirmó que su filme no es un western, sino un “southern”. Un chiste que en este caso procede.

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