Algunas sorpresas del tiempo

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A veces no se tienen todas las respuestas que pueden enseñar los libros. No se puede ser más sabio o menos filósofo que el tiempo. La ecuación comprende estimulación cerebral, o masajeo ¿Tiene comprensión? No sé cuántas horas me habré pasado esperando a los que jamás llegaron. Qué respuesta puede haber para eso. Acabo de cruzar charcos de sangre en una película de Netflix. Esa  es una pequeña reflexión a lo de las esperas, claro, en la película teñida por un puñado de dólares, dos, tres, o veinte millones. No pretendo ensuciar las manos buscando venganza; en todo caso ya no hay con quien hablar honestamente. Stephen King recomendaría que no uses “mentes”, podrías decir en lugar de simplemente simple u honesto en lugar de honestamente.

 

Las relaciones humanas están cada vez más lejanas, inaudibles, invisibles; salió a pasear por ahí y nunca volvió. Cuando por primera vez leí a Harper Lee me desgarré tratando de imaginar el tiempo. Época de segregación racial, acusaciones contra el más  débil, abismos del tiempo que pasa sin tregua como un perro con rabia, que ha perdido la noción de temporalidad. Uno también falla o tarda en detectar la rabia. Es mejor evitar pero nuestra concepción nos impide detener el tiempo.

 

Leí hace poco  un texto en inglés sobre una investigación que no puedo pasar por alto, se llama How Times flies. Acabo de darme cuenta que esto explica el por qué. Hay gente para la que el tiempo no transcurre hacía adelante sino hacía atrás. La que ve la explicación de su existencia en el pasado.

 

Albert Einstein nos mostró que el paso del tiempo es engañoso y que todos los lenguajes se refieren a una metáfora: el espacio. Si por ejemplo, un anglo parlante afirma: “Hemos llegado al límite…”, está expresando inminencia en términos de cercanía, una propiedad del espacio físico. Quienquiera que escuche esa frase, entenderá lo mismo pese a que el término “límite” no es una identidad que exista en el mundo físico.

 

Lo cierto es que a mí, el paso del tiempo me da mucha inseguridad, en cuyo poder intrínseco deberíamos encontrar respuestas revitalizadoras, estimulaciones o activaciones, la palabra de moda, pero ocurre todo lo contrario. Son celdas diminutas que se funden cuando no hay respuesta, cuando el tiempo es apenas un espacio de lugar que determina en situaciones normales apenas una “falta”, pero que culturalmente determinan incertidumbre, aprovechamiento, disociación y validan un infinito que nunca  llega.