La paz en tiempos de guerra

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Bolivia tiene en sus manos un tesoro que debe conservar con gran exhibición y cuidado; como cuando un deportista obtiene una medalla olímpica y valora además de su esfuerzo a quienes participan de la competencia. En los hechos, el ejemplo pone en una  dimensión de honor; la capacidad que las autoridades bolivianas y el equipo de juristas que trabajaron con denuedo la demanda marítima presentada en los tribunales de La Haya. Fue una victoria sin medias tintas, contundente y extrapoló la grieta abismal que nos distanciaba de una verdad que acabó siendo aplaudida por su sencillez de enorme tamaño y sus alegatos jurídicos y técnicos de gran nivel. De ahí a caer en la provocación difiere una enorme grieta que sin la razón o por la fuerza, haciendo transcripción de la frase, no podía ganar; de ahí que en el segundo escenario, volcado el clamor de la justicia a la agresión provocativa, no demoró en caer en un vacío diplomático. Muchas versiones han corrido como pólvora. Hasta se dice que el canciller será el delfín de Evo.

En otro ángulo de atencion, las Olimpiadas de Rio 2016, otro gran acontecimiento que a veces sacude el encanto del deporte con la insalubre política y obliga miradas distintas como cuando vence un atleta el oro para su país o cuando otro es alejado de la competencia por doping, porque hasta en el deporte hay guerras internas que deslucen el torneo.