Embalsamando al Comunismo

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“No quiero morir, por favor no me dejen morir” fueron las últimas palabras emitidas por Hugo Chávez, según el Gral. José Ornella, jefe de la guardia presidencial del caudillo. Esta expresión nos recuerda a la del Che Guevara, dicha al momento de ser capturado por los soldados bolivianos: “Soy el Che, yo les sirvo más vivo que muerto”. Una rara coincidencia que retrata la actitud de ambos conspicuos personajes del marxismo leninismo internacional, ante el trance inexorable de la muerte. Estas expresiones que no armonizan con el mito, con la personalidad, el perfil y el comportamiento que caracterizaron en vida a dichas celebridades. ¡Pero en fin, son estilos de morir!

Recordamos especialmente, la conducta del guerrillero argentino-cubano cuando, bajo su tenebrosa doctrina señalaba: “Un pueblo sin odio no puede triunfar sobre sus enemigos. El odio como factor de lucha  convierte al ser humano en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar”,  De esta manera impartía órdenes de fusilamiento en contra de centenas de opositores en el cuartel militar “San Carlos de La Cabaña”, sin preguntarles siquiera, si alguno de ellos se sentía más útil vivo que muerto. De esta manera vino a culminar su faena en Bolivia donde ¿valió acaso más la vida del Che que la de esos jóvenes olvidados soldados indígenas que murieron en Ñancahuazú, por culpa de su descabellada aventura? ¿Por qué no recordarlos también a ellos con los mismos honores que a él?

En lo que al coronel Chávez se refiere, recordamos aún nítidamente, la ligereza con la que nos amenazaba con desatar uno, dos y hasta tres Vietnams en Bolivia, de prosperar una potencial desestabilización de su proyecto socialista del Siglo XXI. Quizás pudo hacerlo, sin embargo el tiempo y el cáncer le jugaron una mala pasada y se apiadaron de nuestra suerte. A cambio, hoy estamos ante una nueva tragedia venezolana: la utilización de su cadáver como una herramienta política, por parte de unos inmaduros y descabellados castristas, que en base a su momia, así como fue la de Lenin para Stalin, quieren consolidar su poder, aún contraviniendo lo que el finado aborrecía, como es esa tenebrosa práctica de embalsamar a los muertos y luego ponerlos en exhibición.

Toda esa parafernalia mortuoria, impecablemente orquestada por esa suerte de vivos que lucran de los muertos, ha cumplido a cabalidad su tarea, llegando hasta a convocar una inmensa masa humana, incluido nuestro presidente, que tuvo que marchar por más de 7 kms,  detrás de un féretro vacío.

Lo cierto es que el fin de Chávez ha dado inicio a un todavía no acabado nuevo proyecto de estrategia castrista que, más que la memoria al caudillo, perennice el flujo petrolero que tanta falta le hace a la isla y a esa gerontocracia comunista que hace cola en la sala de pre embarque. Para cumplir su objetivo, no sería raro que ya estén pensando también en una técnica que consiga el embalsamamiento  del  comunismo.