La muerte del fiscal Nisman – La sangre AMIA 20 años después

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Un fiscal muere de un tiro en su baño poco antes de revelar pruebas incriminatorias que apuntan a altas autoridades del Gobierno argentino de encubrir el esclarecimiento del peor atentado terrorista de la historia del país.

Se dice que hay acciones que provocan intempestivas reacciones. Esa máxima que se aplica perfectamente en varias áreas de nuestra vida, podría ser aplicada a la muerte del fiscal especial Alberto Nisman que estaba a horas de develar el encubrimiento de altas autoridades del Gobierno argentino a la cabeza de su presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el canciller Héctor Timerman en la causa del atentado a la AMIA. Poco después de conocerse la noticia de su muerte miles de argentinos ganaron las calles del país con pancartas en las que se leía: “Yo soy Nisman” en alusión al fiscal que fue encontrado muerto en el baño de su domicilio en Puerto Madero a pocas horas de una audiencia reservada que debía escuchar revelaciones que el fiscal poseía sobre el atentado terrorista que en 1994 destruyó la sede judía en Buenos Aires.

Nisman acusó a la presidenta de encabezar una “confabulación criminal” para encubrir a los sospechosos del atentado con el Memorándum de Entendimiento firmado con Irán. El fiscal había pedido su indagatoria juntó a la del canciller Timerman entre otros políticos amparados en el oficialismo. Algunos opositores ya habían adelantado la posibilidad de impulsar un juicio político contra la presidenta argentina luego de la exposición del fiscal.

Nisman investigó y descubrió que la orquestación del atentado comenzó en una reunión de líderes iraníes en agosto de 1993 e identificó a los conspiradores ayudando enormemente a la Interpol. En la Argentina es un secreto a voces que el atentado contra la sede judía fue ordenado por un comité del Gobierno iraní encabezado por el líder supremo Ali Khamenei y el entonces presidente Hashemi Rafsanjani. Se sabe también que los arreglos necesarios para el ataque estuvieron a cargo del jefe terrorista de Hezbolá Imad Mughniyeh. Y finalmente que Ibrahim Berro, fue el atacante suicida que condujo la Van llena de explosivos y se estrelló en el edificio de la AMIA el 18 de julio de 1994, matando a 85 personas inocentes. Los argentinos saben que todos estos detalles se saben gracias al trabajo del Alberto Nisman.

Pero, resolver el caso no es lo mismo que llevar a los culpables ante la justicia. A pesar de los esfuerzos de Nisman, los conspiradores iraníes no han sido ni acusados, ni juzgados ni encarcelados, en gran parte -otro rumor que corre como reguero en el país vecino- debido a la complicidad de la presidenta Cristina Fernández. Si esto fuese así, sería una ironía suprema y terrible, dado que su mismísimo difunto marido, Néstor Kirchner, horrorizado por años de investigación defectuosa, sesgada y politizada del atentado de la AMIA, fue quien designó a Nisman hace una década precisamente para que descubriera la verdad y la expusiera ante toda la nación.

 

“No estoy loco. Estoy convencido del valor de las pruebas de mi denuncia”, había comentado Nisman a un colega fiscal a poco de abrir mano de sus explosivas revelaciones que comenzaron a impactar al mundo político. Incluso se supo que el fiscal llamó a una de sus hijas para explicarle que su nombre sería el centro de una feroz campaña de desprestigio por lo que estaba dispuesto a decir. Ninguna de las dos advertencias tomó curso. El domingo en la madrugada el fiscal apareció muerto de un tiro disparado por un arma 22 mm en el baño de su residencia en el elegante barrio de Puerto Madero en Buenos Aires.

La respuesta a una pregunta en broma que le había hecho un colega a Nisman sobre si se había vuelto loco al decidir pedir la indagatoria de la presidenta Cristina Kirchner. Los que lo vieron poco antes de su muerte aseguran que Nisman no parecía una persona conmocionada, en el estado previo que generalmente tienen los suicidas. La escena de la muerte parece un traje a la medida confeccionado para mostrar un suicidio pero que, por ahora, no convence a nadie.

Es más, en esa misma conversación, Nisman aceptó una oferta de su colega de una caja de seguridad -fuera de su oficina de la Unidad AMIA- para guardar los 330 CD con escuchas del dirigente de la colectividad iraní Jorge Khalil y otros documentos en que se basa su acusación de encubrimiento a favor de los cinco sospechosos iraníes de ser los autores intelectuales del atentado de 1994. Es que en la historia judicial argentina, muchas pruebas se “pierden” o termina destruidas por misteriosos incendios o inundaciones.

La muerte de Nisman no es la primera en los recientes escándalos judiciales de la Argentina. La causa por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia dejó un sospechoso “suicidado”, el capitán Jorge Estrada, uno de los traficantes involucrados en la maniobra por la cual fue condenado Carlos Menem, y una misteriosa muerte “accidental” de Lourdes Di Natale, ex secretaria de Emir Yoma y testigo clave. En el caso IBM-Nación, también en la época de Menem, apareció misteriosamente ahorcado Marcelo Cattáneo, hermano de un funcionario. Estos casos llevaron a reforzar el programa de protección de testigos del Ministerio de Justicia.

En el caso de Nisman no es la muerte de un testigo, sino peor, es la desaparición de  un fiscal denunciante. Es cierto que Gils Carbó le había ofrecido reforzar su custodia por el preocupante escenario internacional creado tras la masacre de los humoristas franceses de la revista Charlie Hebdo. Pero también es cierto que estaba prácticamente solo frente a un Gobierno, desde el canciller Héctor Timerman, que lo trató de mentiroso para abajo y no paró de insultarlo. En una democracia estable, el Gobierno solo se habría defendido y Nisman, por más que no se compartiera el contenido de su denuncia, hubiera tenido el apoyo por lo menos técnico y humano de sus jefes.

 

El atentado a la AMIA

Fue un ataque terrorista con coche bomba que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de Buenos Aires el 18 de julio de 1994. Se trató de uno de los mayores ataques terroristas ocurridos en la Argentina, con un saldo de 85 personas muertas y 300 heridas. La comunidad judeoargentina es la más numerosa de América Latina y la quinta mayor del mundo.

El 25 de octubre de 2006, la justicia argentina, después de años de investigar el caso y tomar cientos de declaraciones y evaluar pruebas, representada por los fiscales Natalio Alberto Nisman (1963-2015) y Marcelo Martínez Burgos, acusó al gobierno iraní de planificar el atentado y al Hezbollah de ejecutarlo. Según la investigación de la fiscalía, Argentina fue elegida como blanco del ataque tras la decisión del gobierno argentino de suspender un acuerdo de transferencia de tecnología nuclear a Irán. Posteriormente el juez Canicoba Corral ordenó la captura de los siete exfuncionarios iraníes y un miembro operativo libanés del Hezbollah acusados por la fiscalía.

En noviembre de 2007, la Interpol en nombre del gobierno argentino, publicó los nombres de seis personas por valor oficialmente acusados por su participación en el ataque terrorista. Ellos entraron en el establecimiento de la lista de notificación roja de la Interpol.

  • Imad Mugniyah(El ex jefe de Hezbolá)
  • Ali Fallahijan(El ex jefe de inteligencia de Irán)
  • Mohsen Rabbani(El ex agregado cultural de Irán en Argentina)
  • Ahmad Reza Asghari (Ex tercer Secretario de Irán en Argentina)
  • Ahmad Vahidi(El ex jefe de la Fuerza Quds, el ministro de Defensa de Irán desde 2009)
  • Mohsén Rezaí (El ex jefe de la Guardia Revolucionariairaní)

 

 

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