Un Gobernador en busca de rumbo y destino

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Foto: El Deber

Que el Gobernador de La Paz apoye la construcción del proyecto del Chepete, “a título personal”, para decirlo en sus palabras, modifica poco el alineamiento de opiniones frente a este tema.

Tiene, en cambio, una importancia mayor respecto a la situación que vive la oposición partidaria y a sus posibilidades de construir una opción real frente a los gobernantes actuales.

El Gobernador paceño abandonó las filas del MAS porque, según su justificación del momento, representaba una alternativa y ganó las elecciones de 2014, proponiendo darle voz a los votantes de La Paz que apoyaron la autonomía departamental en 2009. Hace unos meses intentó volver a reivindicar ese compromiso cuando reclamó mayores recursos para inversión departamental.

Pero, tal vez aconsejado de que “se vería mal no apoyar una gran inversión”, decide dar un salto publicitario y apoya a algo que “todavía no existe”, según tratan de explicar los funcionarios de ENDE, en sus reuniones de “socialización” del proyecto Chepete, cuando los pobladores de la zona preguntan sobre la magnitud de la inundación, las consecuencias sobre las poblaciones de las riberas, los impactos ambientales, la destrucción de bosque, fauna, flora y biodiversidad. Patzi dice que lo hace “por más economía y progreso”, y sacrificando a la naturaleza (y, hay que agregar, a la población afectada directa e indirectamente).

Esa afirmación prueba, primero, de que no tiene realmente ningún motivo relevante para haber abandonado al MAS, con el que comparte idéntica visión sobre los problemas principales del país y, segundo, que habla, como la gran mayoría de políticos profesionales del país, al impulso de la coyuntura y con un conocimiento defectuoso, cuando no directamente nulo de las cuestiones que abordan. ¿O el Gobernador sabe más que el resto de la ciudadanía sobre este proyecto? Si es así, está obligado a comunicarlo, ya que el Gobierno nacional guarda la información como secreto de guerra.

Lo que sabemos, por una filtración no desmentida, es que el proyecto del Chepete tiene un costo de arranque de 7.000 millones de dólares para vender una cantidad desconocida de energía eléctrica (3.300 MW de potencia dice el estudio inicial, pero la suma de la potencia de sus 16 turbina es de 2.700 MW) a un comprador, el Brasil, que no la ha solicitado, ni tiene acuerdo, ni menos obligación de comprar nada. Ese país, efectivamente, tiene un déficit anual de 5.000 MW, pero no tiene por qué comprar una electricidad que le ofreceríamos al doble de precio de la que se produce allá.

El Presidente boliviano nos ha contado en julio de este año que obtendríamos 1.250 millones de dólares anuales, pero serían ingresos -no de ganancias- si conseguimos que el Brasil nos pague 81 dólares por megavatio, que ellos producen en 41 dólares. Eso siempre y cuando se produzcan los 3.300 MW y no los 2.700 que surgen de la suma de la potencia de las turbinas. Si por alguna extravagante decisión los brasileños tomasen esa decisión, habría que descontar de los 1.250 millones la amortización del capital y los intereses, de manera que si quedasen ganancias éstas serían mucho menores a las anunciadas.

El cuadro es más complicado todavía: el Gobierno de Bolivia plantea su idea de hacer el Chepete cuando se prepara la negociación del nuevo contrato de gas con Brasil y mientras estamos tratando de convencerlo de que haga pasar el diseño del tren bioceánico por Bolivia, después de que ese país y Perú decidieron excluirnos. Nuestra oferta de venderles electricidad, dentro de unos 12 a 15 años, intensifica nuestra debilidad ante negociaciones inmediatas.

El Gobernador está pidiendo regalías de un proyecto que por ahora sólo ofrece deudas y destrucción de las más grandes riquezas que tenemos: las fuentes de oxígeno, agua y biodiversidad en nuestros bosques y reservas; es decir, fuentes de vida para el país, la región y el planeta. Está contando un dinero que sólo existe en la imaginación afiebrada de los que quieren hacer obras monumentales, cuando nuestra situación de ingresos y recursos financieros disminuye, y cuando el Gobierno está incrementando nuestra deuda para inversiones que no resuelven los problemas que vivimos y los que se avecinan.

El Gobernador quiere publicidad y votos, aunque sea a costa de demostrar que no representa ninguna opción, que no hay justificación válida para haber abandonado su tienda de origen y que se hace socio de una iniciativa que no sustituirá los ingresos del gas, sino que mantendrá la matriz productiva que nos aprisiona e incrementará nuestras deudas y nuestra dependencia.

 

Roger Cortez es director del Instituto Alternativo